Principio básico: cumplir lo que dices
Hablamos más de la cuenta. Mirar de negarlo es un flaco favor que te haces. En general, hasta los más tímidos o cuidadosos con sus palabras, en algún momento, en alguna conversación con la persona adecuada, han tenido ese instante en el que parece que estés dejando ir un monólogo de “El Club de la Comedia”, aunque no tenga porqué ser gracioso el tema del que hables.
Consciente o inconscientemente, hablas y hablas sin parar. Algunos lo pueden hacer en alguna situación puntual, otros lo hacen por costumbre. Después están los que hablan casi siempre. Da igual el tema de conversación, siempre tienen algo que decir. Muchas de estas personas son las aquellas a las que les encanta escucharse, llegando incluso a darles igual que las escuchen. Con su voz ya tienen.
Cuando hablas normalmente alguien escucha. Algo que por más lógico que parezca, se olvida con más facilidad de la que pueda parecer. Pero llega el día en que alguien te dice aquello de “dijiste que harías…” o “pero el otro día dijiste que…” o alguna otra variante de las muchas posibles que existen. La cara que se te queda puede ser histórica.
Cumplir con lo que uno dice debería ser algo habitual, pero no es así. Más que habitual, debería ser un principio o norma básica para toda persona. Con flexibilidad y algunas excepciones puntuales. Exige al menos tres aspectos importantes y que podemos desarrollar, siempre que lo deseemos:
- Ser consciente de lo que uno dice. También se puede decir pensar antes de hablar. Esto evitaría dejarse llevar por el fragor de la situación o por lo menos darse cuenta de lo que uno acaba de decir y poder rectificar si finalmente se desea.
- Ser congruente con uno mismo. Decir aquello que realmente compartes, lo que forma parte de tu vida y de tu forma de pensar. Vivir y actuar de esa forma, compartiendo tus valores.
- Tener presente que hablas para alguien. Otra persona, un grupo, un equipo, una clase, un público o incluso (o sobretodo) tu mismo. Sea la cantidad de personas que sea, si te escuchan, se merecen tu máxima implicación y compromiso con aquello que dices y que te representa.
Se trata de no hablar por hablar. Hacerlo con un sentido. En definitiva de comunicarse y de aportar valor a ese mensaje. Un valor real, que puede no coincidir con el que la otra persona esperaba pero que si cumple con al menos estos tres aspectos mencionados tendrán valor para la que escucha. Tus palabras, como también lo hacen tus acciones, te representan, todas ellas forman parte de ti. No lo olvides.
Daniel Barreña
Coach deportivo y educativo